Hace un tiempo fuimos hacer un pozo en una aldea que estaba en una de las islas más alejadas de la parte continental Africana. Un largo y cansado viaje de varias horas en lanza logramos llegar. Después de ver las condiciones y darnos cuenta que no había un solo pozo de agua en buenas condiciones, los niños y mujeres caminaban por caminos de arena por varios kilómetros, en condiciones peligrosas. Pero en el momento, ese pozo de agua era la única opción.
Comenzaron a hacer el pozo y en menos de una semana se logró hacer un pozo prácticamente al lado de la aldea, con sistema solar y con un deposito. Ya no había que caminar kilómetros por agua. No tenía que bajar un balde y llenar los bidones porque ahora había una canilla. Y al tener una bomba solar el agua es segura y libre de contaminación.
¡Fue un milagro para esta aldea!
Pero un año más tarde fui invitado a ver una zona de la misma isla, pero del punto opuesto de la isla. Allí había otra aldea que se enteraron de que nosotros habíamos hecho el pozo de la aldea opuesta, me pidieron por favor hacer lo mismo en su aldea. Ellos cuentan con un pozo en el medio de su aldea, pero estaba abierto y donde un niño de 9 años fue a sacar agua, pero el peso del balde lo venció y se cayó dentro del pozo. Gracias a Dios no se murió este niño, pero quedo muy mal. Esta Aldea se juntó y nos pidieron ayuda para colocar un sistema solar con una bomba para extracción de agua. Hasta el día de hoy no logramos hacerlo.
Esta historia es verdadera y quizás por las limitaciones de escribir no revela la situación de emergencia que hay por esos lugares del mundo. Pero caminar 5 kilómetros por día para un niño le saca la oportunidad a estudiar o jugar. Y más si el esfuerzo es para conseguir un agua contaminada.
Dos aldeas, una que goza de un pozo con agua segura y otra que todavía espera por esa ayuda.
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